Mucha gente piensa que ajardinar una cubierta, transitable o no, es muy bonito y queda muy bien en los proyectos de fin de grado, que dota a esos render e infografías de colorido y proyección de futuro y crea un concepto urbano idílico. Pues no, no es futuro, las cubiertas vegetales y los jardines verticales son presente.

 Si usamos la imaginación y tratamos de visualizar una imagen de nuestra ciudad o pueblo a vista de pájaro (o de dron), veremos que hay espacio por todos sitios para colocar un jardín en nuestra cubierta o, incluso, un pequeño huerto. Pero ¿para qué quiero yo una cubierta vegetal o un jardín vertical? La respuesta es sencilla: para ahorrar energía térmica, para limpiar el aire, para reducir la contaminación, para fomentar el efecto terapéutico que crean los jardines, para tener una zona donde poder descansar y dejar jugar a nuestros hijos lejos del rugido del tráfico, para… son tantos los beneficios que la lista sería demasiado larga para este blog.

Pero en este artículo quiero solo hablar de los beneficios generales de este concepto, sino que quiero exponer un beneficio concreto que las cubiertas vegetales genera y que poca gente advierte: una cubierta vegetal es la extensión de tu casa, de tu privacidad y de tu familia. Tal y como se puede ver en la fotografía de más arriba, puedes estar en medio de un jardín colocado en el centro de un bosque de bloques de hormigón y, sin embargo, creerte que estás en el paraíso, con las abejas buscando la lavanda y las margaritas que se han plantado, con pajarillos que creen que ese espacio es naturaleza silvestre. Esta oportunidad no es algo que vaya a pasar, es algo que está pasando ya. Los arquitectos más jóvenes valoran esta posibilidad que las cubiertas vegetales nos otorgan y se están prescribiendo cada vez más.

 En definitiva, el futuro ya ha llegado.